miércoles, 19 de marzo de 2008

Se es o no se es

A veces escucho la canción de un cantautor latinoamericano que en uno de los versos dice que nunca había ido a un festival de música (no tuvo necesidad y quizá ganas, de exponer su arte en ese tipo de eventos) y lo expresa con orgullo de haberse abierto camino por sí mismo, por el valor artístico de sus composiciones, y por su voz estupenda, aún por su competencia al ejecutar el piano, instrumento infaltable en la orquesta que lo acompaña.
Entonces, tomando esa afirmación musical como objeto de análisis para otras artes, en este caso la literatura, me he preguntado si el escritor tiene esa condición innata, o si por el contrario, se podría forjar en los círculos que se denominan "talleres literarios", generalmente regidos por alguien que es escritor, y cuya tarea fundamental sería la de enseñar a los concurrentes los secretos del arte de escribir, de tornar personas con voluntad de dedicarse a la escritura, en potenciales literatos forjados en un aula, que contarían con certificados de haber concurrido a tal o cual taller literario, haber sido alumnos de determinado escritor ( si ocurre que el verdadero escritor tiene tiempo de dedicarse a tales actividades, o quizá éstas se tomarían como una manera ideada para contar en cada mes con alguna remuneración adicional).
Generalmente, esos "talleres" toman como rama literaria la poesía, adoptan la que no está sujeta a estilos definitivos, llamada libre (verso libre, verso libre, líbrate mejor del verso, decía Antonio Machado). Y las presentan tomando distintas formas (una palabra, abajo dos o tres palabras más, luego una frase , y después otras frases más largas, como quién va apilando palabras y frases, en fin, algo interesante de ver, poco atractivo de leer en la mayoría de las veces).
-Es lo que hay (lo que se tiene) diría alguien no comprometido con el asunto y conformado con las cosas tal como se las presentan.
Existen distintas clases de obras y diferentes autores, por suerte, y para cada uno seguramente habrán lectores; unos tendrán mucha aceptación, otros no tanto, y algunos poca, pero no ninguna.
Conozco un escritor y poeta que cierta vez, atraído por un concurso de poesía impulsado por una representación extranjera importante, pidió las bases y ajustado a ellas llevó hasta la bella mansión su obra en dos partes ( en un sobre determinado, y en otro con seudónimo). Hecha la tramitación, quedó expectante esperando el resultado del concurso cuyos ganadores el jurado daría a conocer en una fecha establecida.
Los resultados fueron publicados en un diario tradicional: un ganador, sus premios y el título de la obra, además de veinte menciones especiales, haciendo constar los nombres de las personas respectivas.
El poeta referido no figuró en esa lista.Resignado, comparó sus versos con los de quién había resultado ganador, y tratando de ser objetivo, no encontró una diferencia marcada en cuánto a la calidad de las obras comparadas. Eso lo animó a seguir, teniendo en cuenta que siempre lo que pesa en estos casos es el criterio del jurado.
No pasó mucho tiempo, y ese poeta amigo supo que el principal jurado de ese concurso tenía un "taller literario" al cual concurrían la mayoría de quienes recibieron menciones en aquel concurso. ¿ Casualidad, mera coincidencia ?.
Entonces decidió que no se presentaría más a ningún concurso literario, seguro de que la literatura no se aprende como por ejemplo pasa en la pintura, donde en verdad, los maestros buscan pasarles a sus discípulos los secretos del dibujo, las formas y los estilos, las claridades y sombras, la profundidad, los materiales a emplear, todo eso partiendo de la base de que quienes de ellos dependen en esa rama artística, tienen o cuentan con condiciones naturales para ello. Tanto es así, que los propios maestros viajan al exterior para conocer a otros artistas, asimilar conocimientos en otras escuelas, ampliar las fronteras de su arte, lo mismo ocurre con las corrientes musicales, con la escultura, para citar otras manifestaciones artísticas.
El amor por las palabras sería algo innato, una propensión natural, una honda manifestación del espíritu, que no se aprende en el aula. En el aula se aprende el o los idiomas, a escribir bien, a leer correcta y fluentemente, a hablar como se debe, si tenemos por ventura, buenos profesores, si somos buenos alumnos.
-"Mis muy amados versos" dice Machado en su obra.
También se puede pertenecer a una generación determinada de escritores y de poetas, cultivar estilos sin que las obras pierdan las características que identifican a cada uno de los creadores.
Cuando termino una obra, me siento feliz de haber creado algo que nunca existió ni existiría en el universo, en todos los tiempos, si no me hubiera decidido a hacerlo; aunque en realidad, no sé el valor literario que pueda tener, me pongo en el papel de crítico severo, y llego a la conclusión de que me gusta, y soy un lector exigente.
Sería interesante seguir con este tema, u otros temas, pero debo continuar la obra literaria que estoy haciendo - una historia corta, muy corta, con absoluta economía de palabras, engarzadas como piedras en una alhaja, ni más ni menos, lo esencial, sin afectaciones, sencilla sin dejar de ser honda, que no pase de más de dos cuartillas, quizá que llegue a tres, y que quede completa; voy a depararme con mi hoja en blanco y a empuñar mi pluma. Es lo que quiero, lo que se hacer, lo que no aprendí en un taller, afortunadamente.


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