lunes, 18 de febrero de 2008

Cuando hallamos el libro casualmente

Los escritores, si no estamos dedicados al proceso creativo en algún momento de cada jornada, es seguro que tendremos un libro abierto en nuestras manos, que quizá lo hemos leído y releído, pero quién sabe por qué motivos, nos parece que hallamos siempre algo nuevo en él, que aprendemos un poco más en sus paginas: "mis muy amados libros..." decía A. Machado, y es verdad.
Una tarea difícil pero fascinante, es la de conseguir un ejemplar de un libro que nos interesa tenerlo y leer, y no lo hallamos. Aquí hay una diferencia marcada, en lo que respecta a tener la publicación, saber que está con nosotros, que la hemos ubicado con cuidado en el estante de la biblioteca para leerlo cuando podamos, y el acto en sí de su lectura, que es otra cosa.Puede pasar un tiempo antes de que resolvamos darle una mirada superficial, de entrar de lleno a la lectura porque preferimos hacerlo en un momento especial, o por el contrario, lo abrimos y lo leemos como se debe.
Lo malo es cuando se estrecha el camino que podría llevarnos a encontrarlo. Cuando nos dicen que no lo conocen, que estuvo un tiempo pero que la editorial no volvió a reeditarlo, y cuando sentencian que será muy difícil hallarlo por el tiempo transcurrido y los pocos ejemplares que se pusieron en plaza. Nos invade la desazón, pero a la vez eso nos impulsa a no bajar los brazos, a continuar con la insistencia de un hallazgo fantástico, y eso se convierte en acicate para que seamos más insistentes y no abandonemos la búsqueda.
Me ocurrió con un libro de Augusto
Monterroso. Recorriendo la feria del libro en Montevideo, los distintos espacios de las editoriales, y consultando de vez en cuando un apunte que no me dejara apartarme de hallar las publicaciones que me interesaban, me detuve ante un libro del escritor, una colección de sus relatos que se ofrecía en una obra de portada llamativa. Lo observé un momento, no se porqué no me acerqué y lo examiné más detenidamente, lo ciento es que seguí adelante y aquel instante se me olvidó. Pasados unos años, no muchos, supe que aquel libro me interesaba , y comencé el proceso que es cuesta arriba, de encontrar un ejemplar del mismo, y por más que busqué en todo Montevideo, no lo hallé siquiera en la venta de usados. Si por ventura aparece un ejemplar usado y en buen estado, lo reservaremos para usted, me decían hasta con un aire de poca esperanza, los buenos libreros amigos y aquellos a los que iba en esa cruzada conociendo.
Pero todo fue en vano, el momento de comprar el libro fue aquel en la feria, y estuvo ante mis ojos, nuevo y a mi alcance, solo bastaba decirle a quién vendía, mi interés por comprarlo. La persona apartaría un ejemplar, le adicionaría un marcador de páginas, lo pondría en un
saquito de nailon con letras coloridas, haría la factura, yo lo pagaría y saldría con el, sencillamente. Mi distracción evitó ese proceso simple, pero que luego no pude hacerlo, ya era tarde.
Como aquí no vale lamentar lo pasado, me acordé de un familiar que está en Europa. Ya lo había ubicado al libro en una librería lejana, y solo me restó esperar la llegada del correo- Dos meses después, me parecía irreal tener al libro ante mis ojos, verlo de la misma forma que estaba en venta en la feria, y eso me sirvió de experiencia. Ahora, cuando voy a algún evento donde los libros se exhiben y están a la venta, no mido el tiempo para recorrer con calma y mucha atención las distintas publicaciones, para evitarme todo el proceso de salir a una procura que a veces vence toda nuestra energía puesta en el afán de recomponer alguna cosa.
Quienes hemos pasado por este proceso, y aún no siendo un libro el objeto de nuestra búsqueda, sino un calzado, una vestimenta, etc...comprenden lo que les he escrito ahora, como siempre, de manera espontánea, sin previos apuntes ni ideas preconcebidas, porque así la escritura me parece más auténtica, en estos casos, menos calculada, las ideas surgen en la pantalla tal como en nuestro intelecto, y eso vale, si es que algo vale.
La enseñanza extraída, a la vez, es que pese a todos las vallas que vamos encontrando en la senda que seguimos en alguna procura bien intencionada, no debemos desalentarnos, por aquello dicho por el mismo A. Machado, de que se hace camino
únicamente al andar.






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