El Padre Telmo terminó de alinear los bancos largos de madera oscura a uno y otro costado del interior del salón de la parroquia, y entró a la oficina. En la pieza pequeña donde había una mesa, un par de sillas y algunos estantes con papeles desordenados contra una de las paredes sin revoque y encaladas, tomó el cofre de metal pintado de verde ofuscado, lo abrió y contó y recontó los dineros. Comprobó que no le quedaba sino lo esencial, quizás poco para afrontar los gastos del mes ya comenzado. . .
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